domingo, 30 de abril de 2017

Andrés Caicedo, el escritor adolescente


Por, José Rodrigo Valencia Zuleta

Esta semana hemos podido contar nuevas experiencias de lectura y escritura. Este año, recordemos, nos hemos enfocado en la obra literaria del autor caleño Andrés Caicedo. Escogimos este autor para el disfrute de los y las jóvenes ávidos que encontrarse a ellos y a ellas mismas en las historias que leen. Ustedes mismos leyeron a Caicedo y se han dado cuenta de lo cercanas que son a sus experiencias de vida.

Cuentos, como Lulita que no quiere abrir la puerta, Maternidad y Los dientes de Caperucita, despiertan el regocijo del desamor y el abandono, en circunstancias en las que el hombre se queda esperando a una mujer que abandona. O la mujer es el amor platónico que ni en sueños se logra porque el miedo es más grande en la vida real para hacerle declaraciones de amor a quien pretendemos. O, el hombre es un macho violento que daña la honra de la mujer; que a su vez, entrega inconsciente su cuerpo al placer.

Ustedes mismos sabrán decir si se han quedado elevados viendo de lejos o de cerca al niño o niña que les gusta. Ustedes mismos saben si el amor se les hizo tan real que terminaron haciendo un bebé sin quererlo.  Andrés Caicedo no habla del amor inocente de enamorarse a escondidas y darse picos, sino del amor que termina doliendo porque sólo se piensa en sexo. Sí, así mismo, como lo venden las canciones que tanto escuchamos en la radio.

Andrés Caicedo es frentero, aunque utiliza un doble sentido para criticar nuestra sociedad. Para irse en contra de los que son superficiales. En contra, de personas prepotentes que en la adolescencia se vuelven insolentes y orgullosos, que sólo saben pensar en sí mismos y olvidan a sus padres, a sus amigos, a sus enamorados y se entregan a las drogas, la calle, al suicidio, a la violencia, a la muerte.

Andrés, habla de la ciudad que no siente. Exagera el dolor llevándolo al suicidio. Lleva a sus personajes a vivir el ahogo de sus miedos y por eso estos se derrumban en la violencia que los rodea, como le sucede al Atravesado, al personaje de Infección o a la Mona de Que Viva La Música. Nos muestra el espejo turbio de los conflictos que viven los adolescentes. Como si los jóvenes ya fueran gente grande que puede decidir si vivir o morir. Eso, a mi parecer, le permite a los jóvenes lectores pensarse de otras maneras para surgir más capaces y menos indolentes de sí mismos y del mundo en el que viven.

Por eso al leerlo, no debemos quedarnos con la imagen del dolor para revivirlo nosotros. Nunca obraremos adecuadamente si terminamos por enamorarnos de los personajes pensando que viviremos esos dramas de la televisión y las películas hollywoodenses. Ninguno quiere dramas y tragedias en su vida. Lo mejor es renunciar a los dramas y a las tragedias. Dejar eso a los que se equivocan constantemente.


La tarea entonces, es conocer y reconocer nuestros propios espejos para despertar a la vida. Hoy y esta semana los libros estuvieron a nuestro servicio para despertar y reconocer que borrar las cadenas de violencia, de injuria, de delirio, de drogas, de sexo mal vivido, es la primera necesidad para seguir viviendo y lograr una vida mejor.  

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